Gorra y Botón

Cien sueños

"Me gustaría poder escribir cien sueños. Pero nunca puedo recordarlos cuando me levanto."

"Oh, no. No es eso. Maldito idioma. Me refiero a cien metas. Sueños metas, no sueños sueños"

Su petición había caído como de la nada, como cuando arrancás a contar el final de una anécdota de la cual nunca pasaste el contexto pero que venía de una conversación previa en tu cabeza (o de una conversación previa de hace una semana).

Ella escribía en sus cuadernos, escribía en su gestor de datos virtual y escribía en su bloc de notas. Poner las cosas por escrito le ordenaba los pensamientos, produciéndole una sensación reconfortante de tener el control. De alejar el caos y acercarse a la predictibilidad.

La falta de cohesión en su vida le daba ansiedad, es ese miedo a la ausencia de estabilidad, a la caída y a la pérdida. Una sensación familiar que habitaba en el fondo de su mente, recordándole aquellos momentos en que carecía de cosas, como cuando tomó sus maletas repletas de nada y, acogiendo el minimalismo como una fuerza positiva en su vida, se entregó al exilio.

Para ella, un día era agradable cuando se sentaba a leer sus metas y las veía alcanzables; Tangibles. Un objetivo más era otro motivo para seguir peleando, era gasolina. Le daba la fuerza para seguir remando contra la corriente que tendía a querer arrastrarla hacia el estuario de la conformidad.

Para ella, quedarse en el molde era perder su identidad.

Para ella, dejarse llevar por la corriente era renunciar.

Abandonar.

Rendirse.

Le costaba, sin embargo, salirse del estilo de vida al que había sido acondicionada. Esa relación de amor-odio donde el tira y afloja entre scrollear infinitamente por las redes y ponerse a hacer cosas se reducía a una decisión simple. Decisión que quedaba a merced de la moneda esotérica, con todas las ganas de caer por el lado de la dopamina fácil y a veces, gloriosamente por el lado de la actividad laboriosa...

Caer en la trampa de la satisfacción inmediata era contraer una deuda a pagar con llanto. Cada vez que optaba por ignorar lo mucho que había remado para llegar a donde estaba, miraba hacia atrás y el panorama la decepcionaba. El estuario, en lugar de quedarse atrás como un estuario obediente, se obstinaba en perseguirla para zambullirla en sus aguas. Sumergiéndola en sus profundidades deprimentes. Ahogándola.

Ese Temor había viajado siempre con ella, que lo había adoptado y lo llevaba consigo en una maceta, creciendo muy lentamente. Un día, sin darse cuenta, el Temor era parte del dos por dos que era su departamento. Echando raíces en los cimientos y extendiéndose como enredadera, envolviéndola.

Aquellos días eran oscuros. Las persianas quedaban bajas, atoradas entre las ramas. Cada sueño que se agregaba a la lista era un cuento fantástico que alimentaba al Temor en lugar de a ella. Volver a verla, cada vez más inalcanzable, le vaciaba las entrañas, dejándola hambrienta.

Ahogada, envuelta y famélica.

Atorada.

Reventadísima de todo.

Ella sola se había metido a si misma en la trampa. Sin caer en la cuenta de que su motivación era un factor externo al sistema, el llenar su lista mostró los dientes. El doble filo de lo que se suponía le daría un horizonte había metamorfosoeado y ese horizonte ahora era un precipicio, y cuanto más lejos colocaba las metas, más profundo se hacía el abismo.

"Tenés que empezar a tacharlos" Le decía alentadoramente.

"Si, mañana" Respondía ella.

Mañana era todos los días. Mañana era siempre mañana. Y el futuro era siempre después.

Hoy la arrastro por este mundo metafórico donde puede ver las dos caras. Ella ya lo sospechaba, por supuesto. Se lo había mencionado y lo entendía, pero se rehusaba reconocerlo o quizás evitaba enfrentarlo por el Temor. Pero para mí, comprender la infraestructura subyacente del subconsciente y de lo que hacemos a diario era, es y será el refugio al que recurro para traer la calma. Calma para mí, cuando me agarra un episodio. Calma para ella, para apaciguar las tormentas, las crisis. Calma para los que me rodean, cuando hay confusión.

Ella puede. Yo sé que sí. La he visto errar y corregir. Caer y levantarse. Decaer y entusiasmarse. Llorar y reír.

Ella puede.

Pudo antes.

Puede ahora.